De amor y guerra

El sol, la pasión juvenil y la fortuna conjuraron a favor de Francisco Leal y Franziska von Hedemann Altman. Dos personajes de diferentes culturas y mentalidades opuestas, pero ciegos por un amor desenfrenado, juvenil, primitivo y tropical.

Francisco era dentista del León metropolitano y académico, “hijo de una influyente familia”, describió el padrastro de su esposa, Paul Eisenstuck. Franziska había perdido desde pequeña a su padre biológico, un comerciante alemán que de Estados Unidos migró a Nicaragua probando fortuna.

Ella apenas tenía 17 cuando se casó con el leonés con quien años después tendría una niña a quien nombraron Ida Leal von Hedemann, en honor a la madre de Franziska. Pero el amor sólo es eterno mientras dura, diría el poeta Vinicius de Moraes. No pasó mucho tiempo para que el marido demostrara cómo pensaba gobernar su casa y su esposa parecía una mujer independiente que no escuchaba los rumores de la ciudad, ni el mando del esposo o los consejos del obispo, así que decidió volver con su madre y padrastro, suficiente para alborotar los rumores de una ciudad que decía ser liberal y se persignaba los domingos.

No sería más que un relato romántico de lágrimas entre dos personajes comunes, a no ser porque estos desamores casi provocan una guerra contra una de las principales potencias europeas de la época, algo que convierte su historia en una versión criolla de las tragedias griegas, pero en el teatro doméstico leonés del siglo XIX.

Los detalles de este conflicto familiar que llevaron a Nicaragua al borde de una guerra internacional contra el Imperio Alemán entre 1876 y 1878, están guardadas en las bitácoras del Archivo Militar de Friburgo en Alemania, donde se conservan los expedientes históricos de la marina prusiana.

Este es el relato del conflicto con el imperio prusiano-alemán de Guillermo I y su canciller Otto von Bismarck, en la Nicaragua de Pedro Joaquín Chamorro Alfaro.

Como  Helena en La Ilíada de Homero, Nicaragua tuvo una Franziska. Cada cierto tiempo los volcanes hacen erupción, causan estragos y pueden sepultar ciudades completas.

La joven esposa y madre tendría 22 años cuando decidió regresar con su hija a la casa de su progenitora Ida Altmann, una alemana que finalmente parecía haber encontrado la suerte que le faltó con sus dos primeros maridos, muertos en la aventura americana como muchos migrantes europeos en el siglo XIX.

Desde temprana edad, Franziska se había criado con su padrastro Paul Eisenstuck, un comerciante que se convirtió en vicecónsul del Imperio Pruso en Nicaragua, pero la condición diplomática no impidió que Leal pretendiera vengarse de sus suegros a quienes culpaba de influenciar en su contra a la madre de su hija.

El 23 de octubre de 1876 “a las diez de la noche regresábamos de una reunión en compañía de un joven que llevaba a mi esposa e hija a casa. Fuimos seguidos por dos hombres, uno de ellos conocido, quienes dispararon tres veces sin lastimar a nadie por fortuna”, escribió Eisenstuck al Ministerio del Exterior de Alemania después del incidente.

La denuncia del atentado quedó engavetado en un juzgado local. Sólo quedaba entonces una manera de detener al marido furibundo, pensó Eisenstuck creyendo que estaba en una corte prusiana. El padrastro llevó las cosas al mismo presidente.

Eisenstuck le explicó al mandatario Pedro Joaquín Chamorro Alfaro que su yerno estaba a punto de cometer otra locura y sugirió procesarlo antes que lograra atentar contra él o su familia. El presidente mostró solidaridad y comisionó al mismo Ministro de Defensa Isidoro López para capturar a los culpables, pero no ocurrió nada.

Los temores de Eisenstuck se cumplieron. El 29 de noviembre Leal y su cómplice de apellido Infante, quien supuestamente disparó en el primer incidente, contrataron a policías leoneses para atacar a la familia del diplomático, pero esta vez el asunto fue más grave, porque esta vez también estaba de visita el cónsul alemán Moritz Eisenstuck, hermano de su suegro.

De nuevo a las diez de la noche cuando los faroles en las calles de León estaban apagados “el señor Jericho llevaba a la niña de la señora Leal en los brazos desde la casa del señor Zeuss a nuestra residencia que queda en la misma calle a cien pasos. En la esquina estaba un hombre con ropa oscura que cuando nos vió hizo una seña con la mano, a la vez miré que bajaban personas del balcón de frente a nuestra casa. Después un comando de soldados nos detuvo con bayonetas sin dirigirse a nosotros o mediar palabras”, escribió Moritz Eisenstuck a Berlín.

“Un hombre me agarró por el pecho, entonces reconocí al señor Leal, le agarré la mano izquierda hasta que los soldados me golpearon con los puños, a la vez otros dos agarraron a mi esposa, pude incorporarme de nuevo y vi como mi mujer era golpeada. Leal cayó sobre mi hermano y miré como dos personas caían al suelo, escuche como gritaba él, mi esposa y la señora Leal que decía ‘ya me llevan’”, describió el diplomático.

Un dato irónico es que ese mismo día Paul Eisenstuck recibió una multa por portar ilegalmente un arma decomisada en mayo de ese año por la policía leonesa, estuvo incluso retenido en la gendarmería por algunas horas, pero fue liberado por mediación del comerciante José Quizado.

El enviado del Imperio para la región, Werner von Bergen explicó que Leal “se llevó por la fuerza a su esposa por veredas hasta Granada la noche del mismo día que sus apoderados legales pusiera la carta de divorcio en la corte”.

Sin embargo, la hijastra del vicecónsul envió después clandestinamente un escrito a la corte manifestando su deseo de permanecer con Francisco, pero von Berger consideraba que era por amenazas del marido.

Moritz Eisenstuck se apuró para acudir al presidente Chamorro que casualmente se hospedaba en esos días en León y le comentó el altercado. El mandatario pidió una disculpa, pero era un político, era conservador granadino y parece que aprovechó la situación para causar un conflicto entre los alemanes y sus rivales demócratas en León. Su posterior silencio y apatía contra la agresión es la prueba de esto según algunos historiadores.

Quizá los legitimistas esperaban que los liberales leoneses tuvieran un rival de peso internacional y debilitarlos en su lucha por controlar los intereses nacionales, así les retribuirían la pifia de dos décadas en el pasado, cuando trajeron a William Walker para invadir Granada.

El padre de Franziska, se llamó August von Hedemann y su abuelo Christian había sido guardabosques del rey prusiano Carlos Federico. A mediados del siglo XIX el padre partió a probar suerte en el nuevo mundo, exactamente a Estados Unidos, cuenta el historiador Eddy Kühl en el libro Historia de Inmigrantes.

En las travesías de barcos que duraban semanas y a veces meses, conoció a una compatriota de una provincia en el sur de su país, la joven Ida Altmann, quien sería su esposa. La pareja perdió en Texas a su primera hija María que apenas llegó a cumplir los dos años, Franziska nacería en esta época.

Hedemann vino con su familia a Nicaragua y poco después se trasladó a Granada para alistarse en las tropas filibusteras de William Walker llamadas por los demócratas leoneses para apoyarlos en la guerra contra los legitimistas.

Ahí nació Dorothea durante el gobierno de Walker en 1857, el mismo año que murió el padre aventurero. Los filibusteros fueron expulsados y Hedemann perdería la vida en la segunda batalla de Rivas, revela Kühl.

Tratando de llegar a México donde estaban sus padres, la joven viuda se encontró en Chinandega, probablemente camino a Corinto, con el empresario alemán Julius Bahlke. No pasó un año cuando contrajo nupcias por segunda vez.

Se casaron  en Chinandega en 1857 y dos años después nació Julio Carlos Bahlke Altman, pero la suerte de la joven madre no duró mucho. Su segundo marido falleció en 1860 sin saberse el motivo de su muerte, sostiene Kühl, quien ha seguido la pista a la migración europea en Nicaragua.

Ida Altman viuda de Hedemann, viuda de Bahlke, era extranjera en un país desconocido de apenas 25 años, con tres niños de seis y tres años y un bebé de brazos. Sin embargo, la dos veces viuda tenía un increíble destreza casamentera, un año después de la fatalidad tuvo sus terceras nupcias con Pablo Eisenstuck, quien había sido socio de su segundo esposo y se trasladó a León con toda su prole.

Kühl explica que el hijo mayor Julio Carlos Bahlke Altmann heredó la fortuna de su padre y entró en sociedad con su padrastro Pablo Eisenstuck, con quien formó la firma Eisenstuck & Bahlke, mientras Franziska conocería a Francisco en León y se casaría con él, apenas teniendo 17 años.

La hermana menor regresó a Alemania y se casó en Dresden, pero uno de sus hijos está enterrado en el cementerio San Pedro, bajo el nombre de Rudolf Bech.

Los diplomáticos pensando que la ley podía ayudarles a detener a Leal y recuperar a la hijastra, quisieron acusarlo ante un juez del crimen por la golpiza, el intento de homicidio y el secuestro, como demuestran copias hasta hoy inéditas del Archivo Militar de Alemania, donde cientos de páginas impresas y manuscritas explican el Affaire Eisenstuck-Leal.

La comunidad alemana en Centroamérica entonces había solicitado por medio de Werner von Bergen el envío de un buque que izara la bandera de guerra como lo habían hecho los franceses antes o los ingleses en El Salvador, “ si en mi última visita hubiera visto un barco de guerra en el puerto de Corinto seguro sería apresada la persona que disparó al vicecónsul porque nunca la flota de la marina alemana se ha visto aquí”.

El almirantazgo respondió la petición con reserva, “poner un barco para esos fines es imposible, tal medida significaría abandonar necesariamente los puestos extranjeros establecidos. Además si un barco saliera de inmediato tardaría cinco a seis meses para alcanzar el lugar establecido”.

Lo que no sabían en ese momento, era que había un segundo atentado. El gabinete del Imperio Alemán liderado por Bismarck, discutió por primera vez el caso en Berlín a mediados de enero de 1877 y solicitó una explicación al gobierno nicaragüense, la cual recibió efectivamente a través de la Gaceta de Nicaragua, una hoja oficial que hizo circular el cónsul nicaragüense en Panamá, donde descalificaban al vicecónsul Eisenstuck.

Nuevamente sometieron a juicio por injurias al diplomático nicaragüense, pero un juez envió el caso al Congreso de Nicaragua por su inmunidad, mientras la corbeta inglesa Victoria estacionada en el Caribe era enviada a explorar la Costa Atlántica y el gobierno británico como muestra de apoyo envió al Pacífico un barco más para proteger a la familia del cónsul.

Los diputados sesionaron el 26 de mayo de 1877 y dijeron que Eisenstuck era culpable de toda la situación porque “no había sido personalmente baleado, (por eso) el Congreso se declaraba como no competente para tratar asuntos ex officio”.

El mismo presidente del congreso reconocía los hechos de 1876, pero explicaba a los alemanes que el caso era un problema meramente familiar y no correspondía al gobierno perseguir a los culpables.

Mientras tanto la Corte Suprema daba por concluidas las diligencias del caso Eisenstuck-Leal declaró fuera de sus competencia este asunto y lo describió como un asunto privado, los magistrados explicaron: “No se ha probado que exista la intensión  de cometer un asesinato u otro delito que requieran un juicio ex officio”.

La Corte muy patriota ya había expresado anteriormente que “se trata de un escándalo insignificante  probablemente dado por razones domésticas para influir en la tranquilidad de una familia”.

En una carta de ocho páginas del ocho de enero de 1878, el secretario del canciller Bismarck, Bernhard Ernst von Bülow escribe al ministro de Estado y jefe del almirantazgo Albrecht von Stosch, que “independiente a un acción militar contra Greytown, (…) en la costa oeste deben enviarse más barcos”.

El imperio Alemán que había sido formado del Reino de Prusia, para no quedar humillados ante sus vecinos de Europa como naciente potencia, enviaron desde el Pacífico de Asia tres naves de guerra a la costa oeste de Nicaragua y un barco que estaba en las Antillas a  Bluefields, que pese a ser protectorado británico tenía gran importancia estratégica para penetrar por Greytown en la desembocadura del río San Juan.

También pusieron un ultimátum de guerra con cuatro condiciones: Una disculpa oficial del gobierno de Nicaragua por los dos atentados contra el cónsul y sobre todo por la participación de policías, un proceso a todos los implicados contratados por Francisco Leal, una indemnización de 30 mil dólares y un saludo a la bandera del imperio con 21 cañonazos, por parte de la armada nacional, un ministro de estado y el prefecto de la provincia de occidente.

El 9 de marzo de 1878 los barcos Elisabeth, Ariadne, Leipzig llegaron a Panamá y el Medusa a Colón, un día después la cancillería del Kaiser comunicó al consejo de ministros que las autoridades nicaragüenses no acataban el ultimátum y al parecer querían ver la capacidad bélica de los alemanes.

Hasta entonces el Consejo de Ministros de Nicaragua prefería la guerra a muerte, hasta que el diario El Porvenir el 16 de marzo publicó una nota donde expone que un conflicto contra “el coloso de Europa del norte” no tiene sentido, la resistencia era absurda e imposible y sólo una suma demasiado grande o la petición de violar leyes nacionales debería llevar a las armas.

El 11 de marzo el almirantazgo alemán da la orden de partir a las costas de Nicaragua y los tres barcos en el Pacífico llegan el día 19 a Corinto y el Medusa se posiciona frente a las costas de Bluefields.

El barco insignia en esta operación había servido durante 10 años en el pacífico asiáticoy estaba comandado por un capitán de 30 años, Wilhelm von Wickede, era el SMS Elisabeth (Barco al Servicio de su Majestad), una corveta de madera, con velas y motor de vapor, capacidad para 390 hombres a bordo y 17 cañones, de 79.3 metros de largo y 13 de ancho.

El SMS Ariadne era un crucero corveta de cinco años, tenía 68 metros de largo y 10.80 de ancho, con capacidad de hasta 248 hombres a bordo y ocho cañones, mientras el SMS Leipzig era un crucero fragata de 87.5 metros de largo y 14 de ancho, con capacidad de 430 hombres y 17 cañones.

Un poco más viejo era el SMS Medusa que tenía 13 años de estar en misiones, pero medía 65 metros de largo y 10.2 de ancho, con capacidad para 190 hombres y 14 cañones de ataque.

Aunque los barcos tenían gran capacidad destructiva, una invasión era poco probable. Los alemanes querían demostrar fuerza, pero por fortuna la prudencia de algunos pudo evitar una guerra.

El encargado de negocios del imperio para Centroamérica, Werner von Bergen explica que con destino a Nicaragua tuvo la suerte de encontrar a un francés, terrateniente y comerciante, Luis Debayle que abogó entre las partes para una solución pacífica, también conoció a J.C Hollenbeck, cónsul nicaragüense en San Francisco.

Este diplomático escribió a diferentes personas cuando arribaron a Puntarenas en Costa Rica y pidió a un señor de apellido Lacayo que regresara a Granada para tratar de mediar porque conocía personalmente a la familia Chamorro, luego fue al SMS Medusa en el Atlántico y lo trajo a Greytown cuando se arregló el conflicto.

El 24 de marzo Bergen gestionó a última hora para evitar el bombardeo, logró que Chamorro admitiera estar “dispuesto a someterse a todo, con excepción de lo imposible”.

Un juicio a todos los implicados en el atentado fue negociado para “evitarle a Nicaragua un agravio innecesario”, pues habían personalidades importantes en la pequeña León y conflictos con sus rivales granadinos en el poder.

Aún en el Elisabeth, Bergen envía el 25 de marzo de 1878 un telegrama a Panamá, que llega cinco días después a Berlín, escribe “que en el último momento se ha conseguido una solución pacífica con Nicaragua. Tres condiciones han sido tomadas por completo y una de ellas con dificultades”.

El gobierno emitió una disculpa oficial, pagó los 30 mil dólares “para lo cual hemos cerrado algunas escuela y despedido a maestros y algunos funcionarios”, un grupo armado hizo el saludo a la bandera alemana con los 21 cañonazos respectivos y finalmente suspendió a los policías acusados, inclusive al alcalde Balladares que pagó una multa de 500 dólares y fue suspendido por tres años de sus servicios.

Franzisca von Hedemann y Francisco Leal también firmaron la paz entre ellos. Nunca se divorciaron, más bien siguieron viviendo juntos en Granada, hasta la muerte del temperamental esposo en 1913, además de su primer hija Ida, tuvieron otros tres niños: Franziska, Pablo y Carlos Leal von Hedemann, asegura Eddy Kühl.

Su hija Franziska se casó con Victor Manuel Torres Fuentes, Pablo fue alcalde de Managua, falleció en 1944 y su nieto Pablo Leal fue asesinado por las fuerzas de Somoza García después del movimiento armado de 1954, Carlos se casó con una dama norteamericana de nombre Helen, según el historiador.

También es descendiente de esta pareja un canciller nicaragüense, Ernesto Leal Sánchez, pero el caso de sus tatarabuelos es el único de “amor” en las tres historia de guerra entre ambas naciones, Nicaragua le declaró la guerra a Alemania en 1918 y en 1941, pero entonces no pasó ningún barco por estas costas.

8 comentarios en “De amor y guerra”

  1. Franziska Von Hedemann was my great, great grandmother. Franziska Torres was my great grandmother. She and her husband, Victor Torres, had my grandfather, Kenneth Torres.

  2. Franziska Leal (Vonhedemann) was my great grandmother. My mom’s grandmother. My mom has often spoken about what had happened between her grandmother and grandfather. It was so amazing to read about my family’s historical events.

  3. Que curiosa historia, esa señora Franzisca Von Hedemann creo que se trata de la Bisabuela de mis hijos creo…

      1. Si? Que bueno, saludos talves nos comunicamos para comentar al respecto.

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